A una desconocida en el underground de Londres
por Claudio Bertoni
No te has vestido aún
andas en salto de
cama escobillando tu
pelo frente al espejo
humea un cigarrillo
en tu velador y la
brisa mueve
gentilmente las
cortinas de gasa en
tu pieza el calor de
tus sábanas las
plumas de tu almohada
el sueño de tus ojos
el lánguido despertar
doloroso es no haber
andado a pies pelados
en el choapino junio
a tu cama es no haber
tomado cerveza
contigo en cama es no
haber embocado mis
calzoncillos desde la
cama en el respaldo
de la silla es no
haberte levantado con
zapatillas de taco
terraplén con
penachito bermellón
en el empeine es no
haber amanecido juntos
encima de mi frazada
como 2 panes con
mantequilla el Sábado
a las 3 de la tarde
La Historia de los
Beatles en la BBC 2
tú y yo en pijamas
todavía desesperados
fumando como chimeneas
tú restregándote las
manos como una posesa
y yo sentado al borde
de la cama tomándome
la cabeza
cinematográficamente
a 2 manos
genuinamente
desesperado abriendo
las ventanas en un
arranque de angustia
y respirando como si
nuestra pieza fuera
una pecera
ahogados de amor no
correspondido
inundados de amor
sexual frustrado
sofocados de amor y
de la falta de ese
amor condenados a
vagar eternamente en
nuestro departamento
y a dejarnos
hipnotizar por el
dorado resplandor de
los veladores y el
plateado resplandor
de las zapatillas de
levantarse y el aire
como humo de incienso
espeso y rojo índigo
azafrán mezclado a
otras sedas soles
ponientes rojos y
amarillos venidos de
China y las pinturas
pop Hare Krishna
inglesas.
Pierdo pie y pierdo
aire y juego
demasiado con mi
barba y dejo que los
ruidos ambientales
capturen mi atención
y dejo demasiado
fácilmente que me
influya un poeta y
dejo demasiado
fácilmente de pensar
en ti y te soy infiel
y no recuerdo
precisamente tu cara
se me confunde con la
de una vendedora del
supermercado y olvido
que no debo dejar de
ser triste bajo
ningún capítulo ni
concesiones al mundo
ni perdón nos decía
Bretón con la
terrible decisión en
la mano hurgo en la
húmeda lengua que nos
lleva como a
envoltorios de
caramelo adheridos a
un felpudo de
mermelada en las
terrazas del
subterráneo miro
hacia donde poniente
y roja el aire salado
te arrulla de manteca
las sienes ¡Cómo nos
hemos podido perder!
¿En qué estábamos y
dónde para no darnos
cuenta que sin darnos
cuenta una mano nos
trajo hasta aquí yo y
tú en distintos
departamentos
tú llorando y sobria
en la cima de tu
ropero y yo
escribiendo versos
gratuitos en un
colegio judío de niñas
abandonado!
Una cosa es cierta y
clara y queda
esculpida en rayos
láser o piedra laja en
la cumbre del cerro
Santa Lucía
yo y tú estábamos y
estamos y nunca
estuvimos en contacto
y no tenemos principio
ni fin ni este poema
como el poema que
escribí para la muerte
de José Manuel Uribe
tiene fin o epitafio
pero constante vida
hasta que la última
gota de sangre haya
dejado de acalorar las
venas del último de
los animales de este
planeta
y nosotros estamos
aquí respirando y
manteniendo nuestro
amor a pesar de la
forma incierta de mis
versos y de los
chismes y habladurías
respecto de amores
perecederos y
embadurnados de
transacciones.
Yo no te quiero para
nada que no sea
probar lo que no
puedo estar seguro de
haber probado porque
por ti me tiene
obnubilado el amor
y el corazón de todo
está en que tú estás
en cada nuez en cada
plátano en cada maní
en cada fruta en cada
cajón que abro estás
tú tendida en tu
ropero despierta o
dormida con esa
imborrable certeza en
los rasgos y en cada
pliegue del vestido
lacio que te cubre
le clara y
acabadamente lo que
oscura y a medias he
intentado decir en
cada línea de este
poema
el juego de luces y
sombras y la fatal
postura de tu cuerpo
pueden condenarme si
quieren a remar
eternamente encadenado
a esta máquina de
escribir como a una
galera porque ya he
terminado cien veces
y un tilín tilín del
resplandor
hollywoodense de tus
ojos me ha hecho
seguir sentado
doliéndome los
riñones y
transpirando.
Ésta es nuestra
libreta de
matrimonio y espérame
en la cima de tu
ropero yo iré casa
por casa y ropero por
ropero y no te hagas
mala sangre pensando
en lo que nos
demoraremos en hacer
realidad nuestro
sueño pero piensa
exclusivamente en el
momento que nos
veamos de nuevo las
caras y el cuerpo
ese pensamiento
estoy seguro te
mantendrá joven hasta
que te encuentre como
las dunas del
desierto cada vez que
lo pienses un
vientecito las dejará
tersas como no existe
mejilla alguna sin
arruga ninguna.
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