martes, 20 de abril de 2021

Miryam Hache - He visto a las mejores mentes de mi generación trabajando en un call center (2020)

He visto a las mejores mentes de mi generación trabajando en un call center
por Miryam Hache



He visto a las mejores mentes de mi generación trabajando  en un call center.
Destruidas y famélicas arrastrándose por las calles de un fin de semana
de furia y rabia
por no disponer más que esos días
para expulsar una libertad contenida sin tiempo
(fuimos sin tiempo, somos sin tiempo).
Y las he visto ser el fuego
que nunca se apaga,
aunque el flujo del capital les cierre las puertas,
una tras otra,
y las convenza,
cada día un poco más,

de que crecer es acumular tonalidades de cosas,
colores coleccionables de todos los plásticos,
de que el arte es el cielo
pero si no se sube a las nubes no existe.

Las he visto acumular libros y dejar de leer para siempre,
sumergirse profanas en la abundancia de la fragmentariedad
del conocimiento codificado en cientos de billones de bytes,
y las he visto queriendo ser bytes,
y las he visto venderse en aplicaciones de bytes,
y nos he visto orgullosas
de esta poderosa conexión intergaláctica a través de las pantallas,
grabarse los genitales y perderse en la web,
en las redes asiáticas y rusas
de retratos de genitales
de mi generación perdida en la web,
siendo-la web.
Deviniendo etérea pero reviviendo los paisajes y las caras
de nuestros abuelos
en postales vintage reencontradas en mercadillos de baratijas turcas,
distribuyendo maquinarias fotográficas de otras décadas
donde el arte se olía
y se palpaba,
y nadie devenía
millones de bytes
en aplicaciones reemplazables por sus clones provenientes de países
en permanente estado de emergencia
que expulsan
sucesivas
e interminables
olas migratorias sin destino,

las he visto llamar emergencia al arte que producían sus propias manos,
pintar magníficos murales anónimos.
No ser conscientes de lo que añoraban.

Las he visto hacer de la poesía una pura performance y multiplicar la belleza de las competiciones de slam por continentes enteros.

Las he visto copiar y expandir modas como incendios,
llamas que iluminan los vastos vacíos que habitamos.

Las he visto recorriendo a pie montañas y templos,
postrarse ante catedrales de otros cultos,
rezarle a la belleza.
Las he visto anarquistas, okupando pueblos abandonados en Italia y Francia y España.
Las he visto cultivando marihuana y huertos orgánicos en los resquicios de sus balcones al sol.

He visto
a las mejores mentes de mi generación
desahuciadas de sí mismas,
reconociendo la desposesión más absoluta,
no hay tentativa,
ya lo sabemos: no poseemos nada,
no somos nada, 
y hasta nuestros cuerpos le pertenecen al tiempo.

Las he visto replegadas sobre sus vientres entre las mantas,
apegadas a teléfonos móviles
esperando una respuesta,
las he visto contar los días que no han recibido amor,
que no han tocado piel humana,
ordenar a los amantes ya sin nombre en archivos de más bytes
por años y países de procedencia,
asistir a orgías sin culpas
en pisos compartidos, en fiestas de bosques, en cuartos oscuros.

Las he visto reconocer la transexualidad que siempre había estado ahí,
darle voz y nombre
y resistir
entre mares de ignorancia y violencia desde todos los frentes.

Las he visto dejar de utilizar las puntuaciones correctas
porque han internalizado que los textos no se terminan,
que vivimos entre los huecos, que el sentido está entre las líneas
y que estamos todas en el mismo barco hacia ninguna parte,
los he visto amarrarse las piernas a colchonetas inflables
queriendo practicar bondage y yoga porque no había más
religiones posibles.

Las he visto a quienes han aprendido tanto de política
a través de internet
que se han sentido abrumadas por todo lo que sabían
y se fueron a beber.

A quienes han aprendido a automutilarse,
a construir casas de adobe y grandes jardines de permacultura,
a cocinar comidas exóticas de pueblos extintos,
a viajar sin dinero y a restaurar muebles traídos de la calle,
a quienes han aprendido a deconstruir los perniciosos ideales del amor romántico
a través de tutoriales de Youtube.

Las he visto enamorarse de youtubers.

Las he visto
en la más honda errancia
de país en país,
de trabajo de trabajo,
de cuerpo en cuerpo.
Las he visto modificarse el cuerpo como ninguna otra generación jamás en la historia.

He visto
a las mujeres de mi generación
criadas como silentes y muñecas, 
pero las he visto rebelarse y quemar escuelas vencidas
y reinventar el lenguaje.

Y los he visto llorar
a todos
porque no les alcanza la piel,
porque no les alcanza la vida,
porque no les alcanza un poema
para expresar
todo lo que han visto.

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