El fin de la historia
(1999)
por Francisco Cenamor
Ya
no tiene sentido la normalidad,
ha llegado el momento de los disturbios espirituales,
de cortar la calle con macetas,
plantar magnolios en las autopistas,
arruinar el futuro sembrando esperanzas,
poner comas entre sujeto y predicado,
correr de espaldas palpando el presente,
subir de dos en dos las escaleras,
abrir de par en par las ventanas de los viejos aposentos modernos,
vaciar las estanterías metálicas.
Acudir silbando a la biblioteca,
enarbolar banderas transparentes que no nos amordacen los ojos,
sorprendernos abrazados al paria, al que vino de lejos, a la prostituta,
matar de risa al desamor,
ir a la oficina de empleo cantando a Puccini,
pagar la ópera con la cartilla del paro,
recitar poesía desde el patíbulo,
construir con firmeza en las nubes.
Cada noche,
soñarse escondido en el jardín,
ignorando elecciones generales y tarjetas de crédito.
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