sábado, 1 de septiembre de 2012

Jaime Gil de Biedma - Contra Jaime Gil de Biedma

Contra Jaime Gil de Biedma
por Jaime Gil de Biedma




De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, 
dejar atrás un sótano más negro 
que mi reputación —y ya es decir—, 
poner visillos blancos 
y tomar criada, 
renunciar a la vida de bohemio, 
si vienes luego tú, pelmazo, 
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, 
zángano de colemena, inútil, cacaseno, 
con tus manos lavadas, 
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares 
últimos de la noche, los chulos, las floristas, 
las calles muertas de la madrugada 
y los ascensores de luz amarilla 
cuando llegas, borracho, 
y te paras a verte en el espejo 
la cara destruida, 
con ojos todavía violentos 
que no quieres cerrar. Y si te increpo, 
te ríes, me recuerdas el pasado 
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia. 
Que tu estilo casual y que tu desenfado 
resultan truculentos 
cuando se tienen más de treinta años, 
y que tu encantadora 
sonrisa de muchacho soñoliento 
—seguro de gustar— es un resto penoso, 
un intento patético. 
Mientras que tú me miras con tus ojos 
de verdadero huérfano, y me lloras 
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta! 
Y si yo supiese, hace ya tiempo, 
que tú eres fuerte cuando yo soy débil 
y que eres débil cuando me enfurezco... 
De tus regresos guardo una impresión confusa 
de pánico, de pena y descontento, 
y la desesperanza 
y la impaciencia y el resentimiento 
de volver a sufrir, otra vez más, 
la humillación imperdonable 
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama, 
como quien va al infierno 
para dormir contigo. 
Muriendo a cada paso de impotencia, 
tropezando con muebles 
a tientas, cruzaremos el piso 
torpemente abrazados, vacilando 
de alcohol y de sollozos reprimidos. 
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, 
y la más innoble 
que es amarse a sí mismo!


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