Los insectos
por Dámaso Alonso
Me están doliendo extraordinariamente los insectos,
porque no hay duda, estoy desconfiando de los insectos,
de tantas advertencias, de tantas patas, cabezas y esos ojos,
oh, sobre todo, esos ojos
que no me me permiten vigilar el espanto de las noches,
la terrible sequedad de las noches, cuando zumban los insectos,
de las noches de los insectos,
cuando de pronto dudo de los insectos, cuando me pregunto,
ah, ¿es que hay insectos?
cuando zumban y zumban y zumban los insectos,
cuando me duelen los insectos por toda el alma,
con tantas patas, con tantos ojos, con tantos mundos de mi vida,
que me habían estado doliendo en los insectos,
cuando zumban, cuando vuelan, cuando se chapuzan en el agua, cuando...
¡ah!, cuando los insectos...
Los insectos devoran la ceniza y me roen las noches,
porque salen de tierra y de mi carne de insectos los insectos,
¡Disecados! ¡Disecados los insectos!
Eso, disecados los insectos que zumbaban, que comían, que roían, que se chapuzaban en el agua,
ah, ¡cuando la creación!, el día de la creación,
cuando roían las hojas de los insectos, de los árboles de los insectos,
y nadie, nadie veía a los insectos que roían, que roían el mundo,
el mundo de mi carne, y la carne de los insectos,
los insectos del mundo de los insectos que roían,
Y estaban verdes, amarillos y de color de dátil, de color de tierra seca los insectos,
ocultos, sepultos, fuera de los insectos y dentro de mi carne,
dentro de los insectos y fuera de mi alma,
disfrazados de insectos.
Y con ojos que se reían y con caras que se reían y patas,
y patas que no se reían, estaban los insectos metálicos
royendo, royendo y royendo mi alma, la pobre,
zumbando y royendo el cadáver de mi alma que no zumbaba y que no roía,
royendo y zumbando mi alma, la pobre, que no zumbaba, eso no, pero que al fin roía, roía dulcemente,
royendo y royendo ese mundo metálico y estos insectos metálicos que me están royendo el mundo de pequeños insectos,
que me están royendo el mundo y mi alma,
que me están royendo mi alma toda hecha de pequeños insectos metálicos, que me están royendo el mundo, mi alma, mi alma,
¡ah!, ¡los insectos!,
¡ah!, ¡los puñeteros insectos! me deshago, tú desapareces.
Hace cincuenta años me entusiasmó, pero hoy lo interpreto como un estado de ánimo complicado y premonitorio del concimiento actual en nanotecnologia.
ResponderEliminar